jueves, 8 de mayo de 2014

¿Y qué dice los apócrifos de María?

Ante de todo recordemos que los evangelios apócrifos son aquellos  escritos sobre la vida de Jesús descartados y prohibidos por la ortodoxia católica, entre ellos  los textos gnósticos de Felipe y Tomás, encontrados en Nag Hammdi, y que mencionan a   María Magdalena como un discípulo muy importante de Jesús; pues aunque sabemos que en tiempos de Jesús las mujeres no tenían gran relevancia en los ámbitos del grupo que rodeaba a Jesús, si tienen importancia pues son aquellas que promulgan y extienden el mensaje.
 
Evangelio de Felipe:
María Magdalena parte como una figura clave en la vida de Jesús, tanto, que se la considera la compañera más cercana del Salvador. A pesar de que el texto aparece incompleto y que existe, párrafos y palabras no recuperables, existe un pasaje que se ha podido reconstruir,  en el que se narra extraordinariamente la relación entre.
 
“Una mujer que no ha dado luz a sus hijos puede volverse la madre de los ángeles. Tal era la compañera del Hijo, María  Magdalena. El la amaba”, lamentable, parte del texto que a continuación completaba la frase quedó carcomido por hormigas del desierto, pero que pudo reconstruirse a partir del texto de la página siguiente “los discípulos preguntaron al Salvador por qué amaba a María Magdalena más que a ellos”, restaurándose aproximadamente en la siguiente  frase:
 
…Tal era la compañera del Hijo, María Magdalena. El la amaba más que a los otros discípulos     
 
Reconstruida la anterior frase, las siguientes palabras que se podían leer en el texto constituían la certificación definitiva de una relación más importante y casi intima entre María Magdalena y Jesús, “y el la beso en la…” y nuevamente el hueco en la palabra clave, vacío que ha sido objeto de mucha especulación, ya que no se desvela donde la beso exactamente pero lo más probable y basándose en la gramática y la longitud del espacio que falta, la palabra clave podría coincidir con la “boca”.
 
No obstante y aunque la palabra clave sea ésta, la frase no se debe contemplar como un pasaje carnal, sino más bien y como apuntan muchos investigadores como una escena de  trasmisión divina del conocimiento, en el que el “beso” se convierte en un símbolo íntimo de  enseñanza.
 
Independientemente del significado de ese beso, ya sea carnal o de conocimiento, en la boca o en cualquier otra parte del cuerpo, queda innegablemente certificado la existencia de una relación especial y  extraordinaria entre ambos.
Igualmente, del evangelio se desprende que María Magdalena recibió enseñanzas privadas de Jesús, por lo que pudo acceder a doctrinas que el resto de discípulos nunca escucharon,  ¿por qué?, ¿quizás  la confianza que tenía en ella era mayor que con el resto?, o  tal vez con ella tuvo un mayor grado de entendimiento. Según los textos, esta última hipótesis parece la más probable, ya que en ellos Magdalena  no aparece únicamente como el discípulo al que Jesús más amaba, sino como una figura simbólica de la sabiduría celestial.
 
Tres (eran las que) caminaban continuamente con el Señor: su madre María, la hermana de ésta y Magdalena, a quien se designa como su compañera. María es, en efecto, su hermana, su madre y su compañera.    
 
En este último párrafo Felipe indica que María Magdalena era su “compañera”, término que en aquel tiempo tendía a  utilizarse para designar a la compañera sentimental o comprometida, por lo que también queda abierta esta posibilidad.
 
Evangelio de Tomás:
Se trata de un compendio de 114 dichos coptos atribuibles la mayor parte a Jesús. Tan sólo en un par de ellos aparece mencionada María Magdalena
 
21 Dijo María a Jesús: ¿A qué se parecen tus discípulos?. Él respondió: Se parecen a unos muchachos que se han acomodado en una parcela ajena. Cuando se presenten los dueños del terreno les dirán: Devolvednos nuestra finca. Ellos se sienten desnudos en su presencia al tener que dejarla y devolvérsela. Por eso os digo: Si el dueño de la casa se entera de que va a venir el ladrón, se pondrá a vigilar antes de que llegue y no permitirá que éste penetre en la casa de su propiedad y se lleve su ajuar. Así, pues, vosotros estad también alerta ante el mundo, ceñid vuestros lomos con fortaleza para que los ladrones encuentren cerrado el paso hasta vosotros; pues si no darán con la recompensa  que vosotros esperáis. ¡Ojalá surja de entre vosotros un hombre sabio que —cuando la cosecha hubiere madurado— venga rápidamente con la hoz en la mano y la siegue! El que tenga oídos para oír, que oiga.    
 
Quizás en el último párrafo “Ojalá surja de entre vosotros un hombre sabio…”, ¿se estaba refiriendo a ella?, no lo sabemos pero no sería descabellada la idea.
 
114 Simón Pedro les dijo: ¡Qué se aleje María de nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida. Dijo Jesús: Mira, yo me encargaré de hacerla macho, de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a vosotros los hombres: pues toda mujer que se haga varón, entrará en el reino del cielo.    
 
En 1896 un investigador alemán halló en El Cairo un antiguo papiro escrito en copto, una antigua lengua del Egipto cristiano basada en el alfabeto griego. A pesar de los orígenes  misteriosos de este manuscrito, se cuenta que apareció en  un  nicho de la población de Akhmim al norte de Egipto, ciudad, que fue hogar de una comunidad cristiana perseguida durante los primeros siglos. Posteriormente, dos fragmentos griegos del siglo III se hallaron en Oxyrhynchus, junto con fracciones del Evangelio de Tomás.
 
La primera traducción no llegó hasta 1955, y en ella se desvela mayoritariamente acontecimientos posteriores a la  resurrección de Jesús. La primera mención a María se inicia después de la muerte de Mesías, cuando las dudas y el miedo a proclamar el evangelio se apodera de los apóstoles.
 
Ellos, sin embargo, estaban entristecidos y lloraban amargamente diciendo: ¿Cómo iremos hacia los gentiles y predicaremos el evangelio del reino del hijo del hombre? Si no han tenido con él ninguna consideración, ¿Cómo la tendrán con nosotros?     
Entonces María se levantó, los saludó a todos y dijo a sus hermanos: No lloréis y no os entristezcáis; no vaciléis más, pues su gracia descenderá sobre todos vosotros y os protegerá. Antes bien, alabemos su grandeza, pues nos ha preparado y nos ha hecho hombres. Dicho esto, María convirtió sus corazones al bien y comenzaron a proclamar  las palabras del Salvador.     
Pedro dijo: María, hermana, nosotros sabemos que el Salvador te apreciaba más que a las demás mujeres. Danos cuenta de las palabras del Salvador que recuerdes, que tú conoces y nosotros no, que nosotros no hemos escuchado. María respondió diciendo: Lo que está escondido para vosotros os lo anunciaré.     
María relata la visión que tuvo de Jesús, les habla del desarrollo espiritual y de la ascensión del alma, pero ello turba el entendimiento de Andrés, al que le parece muy extraño que estás enseñanzas sólo se las haya transmitido a ella.
Después de decir todo esto, María permaneció en silencio, dado que el Salvador había hablado con ella hasta aquí. Entonces, Andrés habló y dijo a los hermanos: Decid lo que os parece acerca de lo que ha dicho. Yo, por mi parte, no creo que el Salvador haya dicho estas cosas. Estas doctrinas son bien extrañas.    
Y  Pedro, que ya comenzaba a ver en María un rival  en el liderazgo del grupo, arremetió contra ella:
Pedro respondió hablando de los mismos temas y les interrogó acerca del Salvador: ¿Ha hablado con una mujer sin que lo sepamos, y no manifiestamente, de modo que todos debamos volvernos y escucharla? ¿Es que la ha preferido a nosotros?. Entonces María se echó a llorar y dijo a Pedro: Pedro, hermano mío, ¿Qué piensas? ¿Supones acaso que yo he reflexionado estas cosas por mí misma o que miento respecto al Salvador?     
Leví, más conocido como Mateo, defiende a María
Entonces Leví habló y dijo a Pedro: Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo ejercitándote contra una mujer como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador la hizo digna, ¿Quién eres tú para rechazarla? Bien cierto es que el Salvador la conoce perfectamente; por esto la amó más que a nosotros. Más bien, pues, avergoncémonos y revistámonos del hombre perfecto, partamos tal como nos lo ordenó y prediquemos el evangelio, sin establecer otro precepto ni otra ley fuera de lo que dijo el Salvador».     
Luego que Leví hubo dicho estas palabras, se pusieron en camino para anunciar y predicar    
Pero uno de los aspectos fascinantes de este evangelio  es que nos obliga a replantearnos la historia del cristianismo. ¿Entendieron todos los discípulos a Jesús?, ¿Le comprendieron y predicaron realmente la verdad?
Tal vez el evangelio de María es demasiado contundente al presentar a María Magdalena como la maestra y guía espiritual de los demás apóstoles, o tal vez no. Sin duda, fue algo más que una seguidora de Jesús,  probablemente fue su compañera más querida   y líder del movimiento.

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